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  • Jesús Estevané

La Ley


He aquí la ley nos dicen, y esta se pasea ufana sobre los cadáveres, agitando su vigencia, después de pisotear los cuerpos descompuestos, baja acompañada de la muerte, hasta el lugar donde se encuentran los condenados.

Ahí entre un sinnúmero de categorías, de galerías numeradas, de amplios bastiones dónde crujen las máquinas y huesos, son obligados a cumplir la cuota productiva.

En el libre mercado los competidores mueren en brazos de la justicia, juzgados por la moral que los condena por ser pobres; no porque sus acciones tengan algún significado para el que atesora, a costa del esclavo y de sus hijos.

Es el cumplimiento inescrutable del destino que llega con un brazo justiciero para ajustar cuentas en nombre de la ley y de los hombres.

La ley es, antes de que el esclavo nazca, y lo acompaña aun después de haber llegado al cementerio, ahí su puesto es rifado entre la chusma que espera ansiosa a la puerta del cadalso. En este mundo, la ley defiende al que más tiene, y el derecho se esconde hasta después del réquiem, para rezar por el alma de los justos .

Estos en su última morada reciben la bendición del santo padre, y la maldición cae sobre sus cuerpos reventados, como justo precio.

Después de la ceremonia, justicia y ley cantan en coro un aleluya para estos seres, que cayeron en el cumplimiento de su deber, sin una queja.

En un cuarto oscuro, la libertad se mueve a tientas, una apariencia humana le acompaña ciega y mutilada, ambos caen constantemente en la espesura de las sombras, para no levantarse jamás, y si lo logran, la humillación les espera impasible tras la luz, para ahogar el grito desesperado, que de sus cuerpos fatigados, sale apenas...


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