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  • Sergio Fong

La musa dark


En su cuarto quedó como testigo mudo un poster de Alice Cooper.

Don Carlos mejor conocido en terreno Apache como El Vampiro, porque entre otras cosas ha estado presente en el paisaje panteonero durante tres generaciones de sepultureros, hace su jale de 9 a 6 en el crematorio del cementerio municipal. Ser de poco trato, incluso medio misticón, y se dice que tiene pacto con la parca, no obstante jamás ha permitido que nadie haga chistes, tire carro o se burle de su persona. A mí me dijo un día y fue muy claro: “No sé porque platico contigo, será porque eres hijo de Pedro Simón o hay algo entre nuestras malditas almas oscuras que nos unen”.

-A la mera don Charlie, pero a mí me late venir a pistear al panteón y charlar con su usted.

Todo lo que me cotorreaba, me parecía en extremo pacheco. ¡Si en verdad hay locotropos que se visten humanamente para andar en este mundo, don Charlie sin duda sería uno de esos entes o personajes destrampados! Conmigo no había evasivas, pero siempre me sentenciaba cuando llegaba a su oficina del crematorio.

-¿Alguien te vio entrar?

-Si don Carlos.

-Siempre cerciórate que te vean entrar, porque en una de esas no te verán salir.

-Ja ja ja ja ja era como la bienvenida.

En su oficina, que igual aprovechaba como pequeño departamento tenía diversos objetos, muy saicos, como un bote de piezas dentales de oro, otras piezas en titanio y urnas funerarias de diversos materiales: talladas, grabadas, esculpidas; verdaderas obras de arte. Placas con epitafios y retablos, pero lo más sacado de onda era un sarcófago egipcio que le regalo un chino.

Había semanas incluso meses que no iba a visitarlo, a emborracharme con el ruco, pero cuando me recibía, siempre lo hacía con su excelente sentencia de: “Alguien te vio entrar…”. Luego iniciábamos la chorcha brindando.

-Supe que estuvo preso… comenté para romper el hielo, pero me interrumpió.

-Siéntate cabrón. Inquirió acercando una silla para mí.

-Esto que te voy a contar es para que lo escribas en la historia que éstas haciendo sobre mí.

-Ah cabrón ¿Quién le vino con el chisme?

-Alguien, en la Penal, pero eso no tienen importancia, sírvete otro trago, lo vas a necesitar. Hace dos meses conocí a la Janis. Hubo un sepelio, ella estaba ahí frente al cuerpo inmóvil de su tía, mientras el capellán oficiaba el servicio religioso para conducir el alma a un mejor estadio espiritual y despedirla de este mundo de máscaras. Yo no la había notado, me pareció una escuincla pero su mirada me traspaso la carne y me toco el alma, era una ninfa de 15 abriles, enfundada en satín negro como una efigie oscura, mi corazón se incendió, me sudaban las manos, por muchos años no había vuelto a sentir mi cuerpo sacudirse como animal, todo mi pinche ser vibró al advertir su mirada. Me dí la vuelta y camine hacia mi oficina sabiendo que la diva seguiría mis pasos. Entramos y cerré la puerta, sin emitir palabras nuestros cuerpos se apoderaron de nuestras mentes, no había pensamiento solo una vibración que exudaba mi piel y ahora sé lo que es fundirse en el otro, en esa mitad que andamos buscando por todos los mundos posibles ¡Que dios ni que la chingada Gato! La gloría existe y allí estaba vestida de negro. Estuvo conmigo tres días secuestrada hasta que vinieron por ella. Eran sus padres devastados e iracundos, venían con ellos varios gendarmes con una orden de aprehensión. Me remitieron a la Procuraduría, ahí estuve dos días y luego me llevaron al gran cantón. Los abogados del gobierno se hicieron cargo, dicen que hubo un desistimiento por parte de los padres porque ella había testificado a mi favor, de modo que tuvieron que soltarme. En las calientes el dolor no me preocupaba, en verdad mi corazón solo podía sentir pena y una enorme tristura por estar alejado de Janis. Me vociferaban, me torturaban y me hicieron firmar una declaración falsa pero no me importaba nada, valía un sorbete. Si alguna vez rogué, chillé, berreé fue por volver a tener entre mis manos y mi ser el aroma de la flor de Janis.

Regrese al trabajo un día terrible, el cielo sucumbía y era atroz el llanto que derramaba. Al llegar a las puertas del Panteón una imagen destello ante mis ojos, Janis estaba allí como un espectro alucinante, el alma volvió a mi ser. Janis me esperaba con todo su ajuar en un beliz y hasta con el acta de nacimiento en la mano. “Quiero vivir, quiero morir contigo” Grito para que todo el mundo la escuchara. No hubo más palabras, entré a la oficina y empaqué, tomé las llaves del auto y nos fuimos a Chapala a construir nuestro idilio. Poco salíamos del hotel, si acaso a comer, tomar un café o hacer algunas compras. No pasó ni una semana y los padres de Janis nos encontraron, hubo mucho dolor porque nos arrancaron a uno del otro, nos desollaron. Se la llevaron y yo casi muero. Volví al trabajo y el sino la volvió a traer hasta a mí, pero esta vez marchita, sin alma.

Sus padres también estaban muertos, pero ellos en vida. Me pidieron que cremara su cuerpo y la dejaron en mis manos como un despojo. No lo hice Gato, su carne se pudre ante mi día con día, a ellos les entregue polvo de otro cadáver y yo enloquezco con el suyo”.

Camino hacia el sarcófago egipcio y lo abrió, el aroma de lo que se pudre me embriago con una sutil fragancia, ante mis ojos beodos la Janis renació.


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