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  • Ita del Cielo

El camino del self


Reflexiones en torno a la visita de Penny Rimbaud a México

Antes de conocer el punk, escuchaba norteña y banda romántica (pelillos, pequeños musical, machos, el mexicano, Bronco y Los Tigres del Norte). Mi aspiración más grande y la de mis amigas de la secundaria era que los vatos[1] de la cuadra nos invitaran al rodeo de Santa María Tequepexpan para bailar quebradita. En Jalisco y en general, a las morras[2] nos enseñan a preocuparnos demasiado por nuestra apariencia.

Mi primer contacto con el feminismo se lo debo a tres grandes bandas anarcopunk: Media Children, Resist & Exist y CRASS. De esta última, descubrí una a una las rolas del disco Penis Envy,[3] uno de los mejores regalos de la vida. Yo no sabía el idioma del Imperio, pero con un diccionario y una amiga que estudiaba inglés por las tardes, me ayudaron a entender mensajes de letras complejas y contundentes: desenmascaraba el control y a la vez uso desechable del cuerpo de las mujeres, la farsa de la boda heterosexual y la violencia que reside en el amor romántico. Ahora lo puedo explicar con esas palabras pero las rolas tenían títulos como: “Berketex Bribe”, “Our Wedding” y “Smother Love”.

Así es, el anarcopunk me cambió la vida. Hice una banda, me hice vegetariana, hice fanzines, parches y volantes. Dejé a mi novio, un chico “lindo y trabajador” <3 para descubrir otras geografías y deseos.

Conocer el feminismo a los 16, saberme las rolas de CRASS de memoria, sin embargo, no evitó que me enrolara emocionalmente con tipos nefastos cuya violencia era clave para reafirmarse ante otros machitos punks en una escena predominantemente masculina. La poligamia obligada, revestida del choro de “amor libre”, la irresponsabilidad paterna, el refugio en la autodestrucción del alcohol, la inseguridad macha que depreda el mayor número de cuerpos llamándole conquistas, el cinismo que prefiere morras “más sumisas”(sic) quienes cuiden a sus crías mientras ellos no dejan de ir a sus reuniones, entrenamientos y tocadas.

Decenas de historias de morras abusadas por el lidercito de la banda o del colectivo, al que le creías todo lo que te decía porque hablaba bien bonito y no convenía denunciarlo, porque era el baterista, el vocalista, el guitarrista de la banda, porque escribía sobre emancipación y represión, seguramente era un buen “compañero” y nadie te iba a creer que se intentó meter a tu cama por la noche. En ese ámbito, lo que llaman “escena punk” y sus personajes manipuladores no está exento del abuso sexual y el orden patriarcal, no más que otra escena. La escena punk no se construye por fuera de las relaciones de poder, aunque éstas sean informales, más ocultas y por ello cuesta más trabajo reconocerlas. Confieso que me alejé de esa “escena”, aunque me llevé buenos amigxs, música y muchísimas lecciones.

El ego es el opio del punk

Pero no todo es autodestrucción, opresión y tiene un tono gris. No hemos fracasado. Ése creo que ha sido el mensaje más contundente en la reciente visita a México de Penny Rimbaud: hazte responsable del lugar que ocupas en el mundo.

Penny es ya un viejo lleno de sabiduría, una lo escucha con cierto respeto –que no obediencia– porque representa creencias y valores que te formaron de joven y esperas que te transmita enseñanzas. La paradoja es que una de las primeras enseñanzas de quien pretendes colocar como “Sensei”[4] es “no esperes que te enseñe nada”. Rimbaud nos dice “no hay más autoridad que tú mismx”. En ese sentido, las condiciones para escuchar el mensaje deben ser cuestionadas también, pues esperamos a que nos diga una gran cosa, mientras nos anima a no creer en ninguna autoridad.

Siguiendo ese razonamiento, podríamos ver a Penny como un señor privilegiado, británico, varón-blanco, que viene a decirme que ame a mi enemigo y que le tenga compasión a quienes han sido responsables de la muerte de miles de personas inocentes. Este llamado no ocurre desde un lugar neutral. Penny es consciente de ello y fue humilde en reconocer desde donde estaba hablando. Pero al venir a México, en el marco de la celebración de los 40 años del punk, Penny responde, aunque no lo desee, a un llamado del pasado. La fecha fundacional es 1977, ésta no ocurrió en nuestras geografías. Gran parte del punk nació en Europa, es allá donde se cumplen los 40 años, lo que ya nos habla de nuestro imaginario colonizado. Nos guste o no, somos producto de la historia, y aunque no lo deseemos, estamos haciéndola en cada acción del presente, trascienda o no. La historia no es únicamente destino, es también posibilidad.

En su plática en el local de Monterrey 80, “The Real Under”, Rimbaud habló que padeció y luchó contra un cáncer en su cuerpo. En esa situación, una mujer, de quien no mencionó su nombre, le ayudó a pensar que él estaba envuelto en su ego, le ayudó a hacer frente a la enfermedad desde la humildad, renunciar a tener la verdad es el camino del desapego. Así que en su enfermedad, Penny siguió en el camino del autoconocimiento y quizá ello fue lo que le permitió curarse.

Desde hace tiempo he venido pensando que ideas de “autosuficiencia”, “libertad” y “autonomía”, que gran parte del anarquismo más individualista nos importó desde aquellas tierras de donde viene Penny, no nos sirven. Además de a sí mismo, Penny necesitó de sus amigxs y quizá a su pareja para ser cuidado y curarse. No somos libres, no nacimos de un gajo o una espora, alguien se hizo cargo de nosotras durante nuestro crecimiento. No somos autónomos, ni independientes, en tanto nos debemos a nuestrxs ancestrxs y por lo menos a seis elementos (agua, tierra, luz, aire, fuego y espacio); somos interdependientes de los demás seres, nos guste o no.

Así que podríamos ver a Penny como el Osho del punk, como un Dalai Lama que viene a iluminarnos con un mensaje de paz. Donde más allá de las diferencias de clase, raza, y sexo todos somos humanos y necesitamos dar y recibir amor. Donde basta desear y trabajar duro por tus objetivos “porque tú eres el responsable de tu destino” y puedes “hacerlo tu mismo”[5]. Podríamos ver también a un Penny, que como cada unx de nosotrxs, no tiene la vida resuelta; un güey sensible que desnuda sus profundas búsquedas contradictorias, mientras comparte sus pensamientos con una sinceridad devastadora, como el viejo espíritu de CRASS, de quien no podemos evitar correr a pedir un autógrafo o foto.

Así que en contra de cualquier enseñanza novedosa, yo prefiero quedarme con el Penny, baterista anarcopunk del colectivo Crass que acompañó a Eve Libertine, Gau Vaucher y “Joy de Vivre”, en el poderoso LP Penis Envy que marcó mi vida para siempre. Prefiero quedarme con el Penny poeta y escritor de koans. Prefiero quedarme con el espíritu colectivo –no siempre pacíficista- me quedo con la digna rabia, anónima –más allá del ego personalista– que también aprendí del punk, del cual estoy profundamente agradecida.

 

[1] Forma callejera de llamar al varón, proveniente del occidente y norte de México.

[2] Forma popular en Jalisco, México de dirigirse a las mujeres jóvenes.

[3] LP anarcofeminista de la banda Crass. Se traduce como “envidida del pene” haciendo alusión a la afirmación freudiana que las mujeres en nuestra configuración psíquica anhelamos tener un pene. En inglés británico penis suena casi igual que pennys. Penny tiene muchos significados además de pene, en slang es “una chica que como novia es una joya” o también un céntimo de dólar que puede valer mucho o no valer según la situación.

[4] En japonés, maestro, una de las primeras palabras que aprendes cuando practicas algún arte marcial.

[5] En una plática reciente con amigas decíamos que el “Hazlo tu mismo” musical (Do It Yourself) que nació como desafío a la industria discográfica, parecía el preámbulo a lo que ahora que nos venden como emprendedurismo. Creo que “hacerlo tu misma” o por tus propios medios, ha sido siempre una práctica creativa que los pueblos han cultivado para el arte más antiguo en territorios colonizados: sobrevivir. El desafío y la enseñanza ha sido hacerlo colectivamente y socializando los frutos de ese esfuerzo.

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