Me Llamo Esteban Duarte
Me llamo Esteban Duarte, tengo 49 años, vivo con mi madre, huelo a resignación, a podredumbre. El aire que viaja por mis entrañas retrata una realidad ramplona, estéril. Hace 45 minutos que me despertaron las voces, ruidos del pasado, amigos de la infancia. Hasta Dios me llama desde lo más profundo.
No puedo, es imposible necesito despertar a mi madre; grito, lloro, me jalo el cabello, camino, me masturbo, le ruego a Dios, al Diablo. Las voces en mí cerebro no paran................... Es Julio el reloj marca las 3:00 a.m. Todos dormidos. Afuera están los arboles, el patio permanece mojado, el cielo está paralizado de estrellas. El viento ejerce poder sobre las láminas.
Mi casa, bella por fuera, con sus piedras barnizadas, su cantera bien decorada y una ventana embarazada, tratando de parir metal. Son casas cuya particularidad es albergar frecuencias siniestras tales como las que escucho en este momento.
¡Mátala, entiérrale un cuchillo. Sofócala, trágatela. Anda Esteban, no seas maricón, no seas puto.
Son las 3:30 a.m los médicos gritan que ya es hora de parir.
- ¡Esteban grita fuerte tú puedes vamos hazlo!
El cerebro está agotado, ya no puede almacenar ni una sola voz más. Esteban no puede parir, el cerebro se niega a abandonar a su compañera, una vieja bolsa gris que lo alimenta desde hace un mes.
-Estaban, corre, despierta a tu madre, dile que la asesinarás, y que sus restos los ofrendarás en misa de 10, anda..............................
Sigo recostado en mi cama, aferrado a un crucifijo. Suplico, imploro que por fin amanezca, me tomo mi medicamento de rutina 1/2 clonazepan y 1 akinetón. Ellas ganaron, voy corriendo a la habitación de mis padres. Mi padre me amenaza con la chicharra, es un instrumento eléctrico que utilizan para hacer caminar a las reses.
Son las 4:00 am, mi madre me pone alcohol en la frente, intenta darme consuelo a través de rezos. Posee miedo lo sé, aunque finge no tenerlo.
-Reza mijo, encomiéndate a Dios, pídale, él te dará tu alivio.
II PARTE
He sido conducido sin mi consentimiento al Hospital Psiquiátrico "La Rumorosa". Mi madre ha pedido prestado al cura del pueblo, para costear los gastos. Es un lugar hostil, con personas que han olvidado quiénes son.
- ¿Cómo te llamas? pregunta el médico encargado.
-Me llamo Esteban Duarte.
De repente todo se torna gris, mi organismo ha sido colapsado por una dosis exacerbada de medicina controlada.
-No hay opción señora, tendremos que darle electrochocs a su hijo.
Ella no comprende términos médicos. Académicamente analfabeta, contrariamente docta en asuntos del alma.
- No te dejaré aquí, Esteban, ¿me oyes?
Me encadenan las manos a la cama, y recibo cargas eléctricas, 1,2,3,4,5,6,7,8,9,10. Su madre ha prometido diez mandas a diferentes vírgenes. En su mano conserva un rosario y le da a Esteban una estampa del señor de la misericordia.
-No la sueltes mijo, él te curará.
Su madre a dejado a su esposo en el pueblo y a sus siete hijos más. Lo ha dejado todo para alcanzar la recuperación de su hijo. Los recuerdos regresan perfectos en forma de sueños, envueltos en pedazos de carne de cerdo, en jugos jumex.
¡Báñate, apestas! ¡Come bien! ¡te apesta el hocico! ignorado por años, principalmente por mis hermanos varones, excluido de la sociedad, sin amigos. Sólo con un Dios tan enorme que abarca todo la geografía del pueblo.
Con un metro 80 cm, con los dientes chuecos igual que su madre, güero y con una inseguridad que cruza los límites de su pueblo natal, recuerda casi entre sombras que un 7 de mayo de 2003, fue a la feria. Se subió a unos carros chocones, y no pudo hacerlos funcionar ¡Dios que pendejo estoy, me decía hacia mis adentros! La gente observaba y se burlaba, y yo paralizado en una realidad agria y cruel.
La muchedumbre cree que en los pueblos es todo perfecto, como su paisaje. Sus calles limpias, y con ellas los cenzontles cantando azul clarito. El espectáculo es hermoso, el olor matutino es inigualable, pero después de días, todo se convierte en averno. Al menos era mi propio infierno.
Víctima de una generación donde el término bulling no existía, te madreaban y ya, se burlaban, como se burlan de todos los demás, no había internet, ni redes sociales. Sólo concurría clases de mecanografía, discos de acetato y misas todos los días.
Si tan solo hubiera tenido un triunfo pequeño, como sea pero triunfo, de esos con los que la gente te quiere y respeta. Dinero, belleza, bienes materiales. Una casa espectacular. Artesano de profesión, con gustos sumamente sencillos, jugos jumex, gorditas de carne de puerco. Estoy aquí envuelto en estas cuatro paredes blancas, recordando todo el pasado, con una madre caducada rogando al creador diciendo.
-Hijo, pídele mucho a Dios, él te curará.