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  • Sergio Fong

La muerte del Puerco


Un remolino de Basura y pedazos de Seres lo trajeron hasta mis Pies, lo encontré por casualidad, mientras caminaba, sin prisa de ir a ningún lugar; hacia ninguna parte. Estaba Borrándose, sus letras Luz no estaban sucias sino desdibujándose, como si el papel estuviera Mojado y la Tinta se hubiera desparramado.

Era esa negra esperanza de querer leerlo y no poder, mejor adivinar lo que decía: Padecía o Parecía, era o sera o cera, tal vez acera.

Lo más curioso, incluso adusto, es que entre las Calles mojadas del Papiro surgía una inquietud, entre las avenidas sucias de sus palabras una Aprensión. En Cada Mayúscula estaba una Mujer Urgida (la misma ruca como retrato de Warhol), con un bolso lleno de condones, en su rostro acumulaba el colorante y en su boca un chingo de Lipstick. Recargada siempre en la pared esperando a un lado del Hotel Zaguán, donde se señala con una Placa en bronce que: “Aquí vivió el Poeta”.

-Estaba hecho un Cerdo -me dijo la dueña de un chicle bomba que contorsionaba entre sus dientes-, Sólo bebía, siempre en la cuerda, de día y de noche. Un día llegaron por él, dicen que su representante artístico, yo no creo, que disque era Escritor y Bailarín de tubo. Con esa Facha sólo le alcanzaba para ser Macuarro, Apestaba a alcohol barato y se fumaba hasta las colillas. Ya tenía un camino hecho con tapas amarillas de las botellitas de Tonaya, de su cuarto a la licorería de Don Aires. La gente le daba por limosna morralla y siempre les escupía palabras insensatas, rabiosas que se adherían al pecho, a la espalda, a los cabellos y la cabeza, a las piernas, a los pies y dedos. Al culo de todo, de todos, como una etiqueta de Supermercado. Eso pudiera tener más sentido para mí -continuó su perorata la ninfa callejera-, Él Era un Mago del Verbo, de la Cábula rasa. Pero vinieron por él. Yo los vi, eran tres tipos verdes, pequeños, muy pequeños, a veces lo venían a visitar y se marchaban pronto, caminaban detrás de él, siempre jugueteaban a su espalda, parecía como si los ignorara, pero vinieron por él, como algún día vendrán por todos nosotros…

Entonces vi las Fachadas de las fincas con Grafitis, los Postes y las señalizaciones de movilidad para el tráfico de Transeúntes y Autos, los hidrantes, los puestos de Tacos, de Dogos y Revistas y Periódicos. Todos tenían esténcils, imágenes, signos y símbolos: palabras sin aparente sentido chorreando la tinta de su espíritu que se derrama, pero no dice nada coherente, preciso, textual. Pero con imperiosos mensajes de informalidad vigorosa. ¡Awebo que algo describen, narran el inicio de los mutantes! Yo vi en el Varrio un color fermentado, con un rostro amargo y un papelerío por todas partes, como una ciudad de pergamino: papiros en todas sus formas y tamaños reposando en las calles, en bardas y banquetas, volaban y flotaban a la par del viento o por la corriente provocada por los autos en marcha.

El Terruño de neta se convirtió en un epítome de francachela y jolgorio. Los letreros en colores Fosforescentes bailaban estridentes, palpitantes al ritmo del corazón de la city. Me mimeticé, recobré el sentido de pertenecía, reaccioné y la atmosfera cambió. La chica saco, de su Enorme boca, con el Índice y el Pulgar un hilo de Chicle y lo enredó como Ovillo en su dedo medio. De su buchaca carretonera salieron las palabras: “¿Tons qué papí, vas a probar la merca o nomas viniste a fisgonear?” Me di cuenta que en su cabello a modo de moños, traía unos billetes verdes y sobre su facineroso y festivo cuerpo de suripanta un Microvestido de papel periódico, impreso con la noticia del día. Era la misma nota con la que me había despertado: “Murió el poeta del barrio”.

-Quiero conocer el cuarto del Puerco, le dije sin pensar.

-En este momento lo han de estar enterrando al desgraciado o haciéndolo carnitas, Socarroneó la interfecta con una media carcajada.

–Se puede, le dije y le mostré un billete de 50 pavos.

- Tu dinero aquí no vale, me dijo. Y frotó mi pene con su muslo izquierdo por encima del pantalón. -No has entendido nada Muchacho, continuó espetándome… Pero su voz enmudeció cuando de una de las ventanas del tercer piso de Hotel Salió una Ruca volando y cayó a un lado de nosotros.

La Damisela de Eros me hizo a un lado, se agachó para ayudar a levantar a la Mujer Voladora que había tenido un mal Aterrizaje. La mujer volantín Se incorporó y matraqueo su esqueleto, su economía corporal estaba desnuda, volvió corriendo a su Cuarto del Zaguán maldiciendo palabras que revoloteaban y caían muertas.

Un auto compacto blanco se detuvo frente a nosotros y llamó a la Ninfa, ella se acercó; creí que estaba conviniendo con los tipos del Bocho, el copiloto abrió la puerta del carrito, salió y sacó un Bulto enorme envuelto en una sábana, parecía un cadáver, cuando menos a eso apestaba, a muerto.

El bochito Arrancó y Desapareció Calle Arriba. La Meretriz con una voz chillona escupió unas letras que formaron una palabra al revés que no alcancé a leer. A mí me gruñó en corto: “¿Qué putas con este par de Maricas? Culeros ojetes, eso es lo que son” y empezó a patear el bulto amorfo que arrojaron los Jotos del Volkswagen. Alguien se quejaba dentro del envoltorio. – ¡Hey tú puto, a callar! Gritó la Morra.

-Entonces quieres conocer el Apartamento del Poeta, me dijo el hada del mal.

-No sé, le dije medio Confucio.

Me tomó de la mano y me jaló a la puerta del Hotel, entramos al Zaguán, estaba oscuro, un Ruquito en una mecedora extendió la mano huesuda a nuestro paso y le entregó a la Fémina una llave con un llavero en forma de Bat de beis-bol pequeño, la morra me soltó de la mano y pegó con el Bat sobre su palma izquierda en varias ocasiones como una señal Masoca.

Se detuvo frente a la puerta del cuarto número tres al revés.

–Aquí es, dijo y abrió un candado que quedó colgado a una cadena oxidada.

-Adelante, me susurró. O ¿fue una palomita que se escapó de su boca en forma de palabra dulce y cachonda?

¡Uta Madre! El interior de la covacha Apestaba a mierda. Me dio una contracción y una puta nausea, vomite: aaauuuuuhhhggggg, auhg, ahggg; arrojé los intestinos y hasta jugo gástrico lagrimearon mis ojos. Quise salir, pero la Edecán de Inframundo, Virgen Luzbelina, reía como una Poseída y tapaba el acceso a la puerta mientras meneaba el pequeño Bate entre sus piernas como si fuera una enorme Verga.

Le grité que se hiciera a un lado para salir.

-Ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja.

-Ja ja ja ja ja ja ja ja. Retumbaba en las paredes de mi chompeta y se repetía el eco arrastrándose por las paredes.

Se encendieron las luces como en una Discoteca: brillaban como estrobos y giraban multicolores.

Detrás de la consagrada hembra salieron tres pequeños seres, verdes, muy verdes y no paraban de reír.

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