El cuarto vacío
En mi cuarto vacío como último reducto, se revuelcan las imágenes, danzando a mí alrededor, semidormido escucho lamentos lastimeros, la soledad absorbe mi cuarto vacío.
La rutina diaria, el arreglo de mi mejor imagen que será aplastada por los bloques y postes de cemento. Las cuatro y media, el regreso al cuarto vacío, espacio integral de mi vida diaria, que absorbe los deseos.
La noche, el murmullo multidimensional se va acallando, dejando paso a la respiración acelerada, por nuestra enfermedad crónica, espasmos sediciosos que atrofian los pequeños momentos de mi cuarto vacío.
Las diez menos cuarto, y el silencio se vuelve cómplice de mis pensamientos, frente a la máquina y el libro, se arremolinan las ideas, interrumpidas por los amigos que raramente llegan alucinados, metafóricos, sonrientes, llenos de un vacío que refleja el hastío reprimido. Contándome historias quizás inventadas, dando rienda suelta a su inventiva para no acrisolarse en esos cuartos vacíos.
Nuestros cuartos vacíos, sombríos, reducidos espacios carcelarios, en que se mueven, nuestras pinches vidas puñeteras, llenos de un ocre olor a lluvia, que cala hondo y enferma la precaria salud, que se engullen estos cuartos vacíos.
Armazones de concreto y lámina, rígidos y fríos, como la mentalidad calculadora de nuestros méndigos caseros.
Publicado en En Veces (primera temporada) 21 de junio de 2011.